- Colectivos organizan marcha a 41 años de la matanza de Tlatelolco
- Preparan foros y testimonios para los dos primero días de octubre
El movimiento estudiantil de 1968 representa para México un parteaguas histórico por las implicaciones políticas y sociales que derivaron de las demandas de toda una generación, y luego de la represión contra el movimiento por parte del gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, y posteriormente de Luis Echeverría Álvarez. Iniciaba así, el derrumbe del sistema hegemónico del Partido Revolucionario Institucional.
Como señala el sociólogo Massimo Modonesi, "el movimiento estudiantil en México expresó un quiebre generacional, cimbró los mitos integradores del capitalismo de bienestar, desenmascaró la metástasis del autoritarismo de lo estatal a lo societal y lanzó un grito libertario que resuena con un timbre creciente en nuestros tiempos de refundación conservadora".
Bien advertía hace un par de años Poniatowska: "si no hay verdad y justicia, el 2 de octubre del 68 puede asolarnos de nuevo". La clase política de este país se ha negado sistemáticamente a apoyar el esclarecimiento de esos eventos y la exigencia de justicia continúa vigente. En su momento, el presidente Vicente Fox creó una "fiscalía especial" -que fue un rotundo fracaso-, cuando lo que se requería era una comisión de la verdad para el 68 y la guerra sucia en los 70. Esa es una demanda legítima de la sociedad mexicana para que pueda entender esos procesos históricos que paulatinamente cambiaron la estructura política-social del país, y para no cometer, como dice la autora de "La noche de Tlatelolco" una represión de tan horribles consecuencias.
Para conmemorar esta importante fecha diversos colectivos en Monterrey preparan actividades para el 1° y 2 de octubre.
El foro "Memoria, Dignidad y Resistencia" se relizará el el 1° de octubre a las 19:00 horas en el 1309 de la calle Ramón Treviño (entre Platón Sánchez y Álvaro Obregón), en la Colonia Terminal.
Para el 2 de octubre los grupos y colectivos alistan una marcha que saldrá de la explanada de Colegio Civil (en Av. Juárez y 5 de Mayo) a las 17:00 horas.
Entre otras luchas que la convocatoria apoya está el regreso al aire de la radio comunitaria Tierra y Libertad, cerrada violentamente por la policía federal preventiva hace poco más de un año, bajo el esquizofrénico argumento de un supuesto aprovechamiento del espectro radioeléctrico, siendo que su función siempre había sido básicamente de educación popular y asesoría legal. Una segunda lucha que la convocatoria asume es la lucha contra el proyecto Arco Vial Sureste, que impulsa con ferocidad el gobierno de Nuevo León. Este proyecto inmobiliario, antes que vial, contempla una carretera y un túnel que atravesaría la área natural protegida Sierra Cerro de la Silla.
- Texto de Elena Poniatowska leído por la escritora el 22 de octubre de 2007, en la inauguración del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, donde se ubicó el Memorial del Movimiento Estudiantil de 1968, integrado por audiovisuales, fotografías, documentos, entre otros, que dan testimonio de la represión que sufrieron los estudiantes durante la llamada noche de Tlatelolco.
TEXTO ÍNTEGRO:
El año 1968 fue de Vietnam, de Biafra, del asesinato de Martin Luther King, del de Robert Kennedy después del de John F. Kennedy, su hermano y presidente de Estados Unidos; de la reivindicación del pueblo negro, de los Panteras Negras, del movimiento hippie que llegó hasta la humilde choza de María Sabina, en Huautla de Jiménez, Oaxaca, y sin embargo, para México, 1968 tiene un solo nombre: Tlatelolco, 2 de octubre.sal al balcón, hocicón.
Ho Ho Ho Chi Minh
Díaz Ordaz, chin, chin, chin.
No sólo eran los estadounidenses los rebeldes; los jóvenes del mundo entero alzaban la mano, algunos con el puño cerrado, otros haciendo la V de la victoria. Tenían mucho que reclamarle a la sociedad. En Europa no había trabajo para los egresados de las universidades; en América, en África, en Asia, en Australia, el rechazo al orden establecido se había generalizado.
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“Todos somos judíos alemanes, todos somos judíos alemanes.”
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) protegió a sus estudiantes durante los 146 días del movimiento estudiantil y muchos de ellos hasta durmieron en las aulas con tal de no perder una sola de las asambleas. Ya el 30 de junio de 1968, día en que los soldados derribaron con una bazuka la antigua puerta de San Ildefonso, Javier Barros Sierra izó la bandera a media asta, gesto que le dio todo su valor a la disidencia. “UNAM, territorio libre de América”, decía una voz juvenil amplificada por el micrófono a todas las facultades, y Guillermo Haro, director del Instituto de Astronomía, sonreía. La toma de Ciudad Universitaria en septiembre y la detención de 500 alumnos y maestros conducidos en camiones del Ejército indignó al país. Los estudiantes rodearon a su rector Javier Barros Sierra, quien los defendía confrontando al presidente de la República y al resto del gabinete.
–Ábrannos, ábrannos –gritaban.
–¡Están masacrando a los estudiantes en Tlatelolco! ¡El ejército está matando a los muchachos!
El 6 de octubre, en un manifiesto “Al pueblo de México” el Consejo Nacional de Huelga declaró: “El saldo de la masacre de Tlatelolco aún no acaba. Han muerto cerca de 100 personas de las cuales sólo se sabe de las recogidas en el momento: los heridos cuentan por miles”. En Posdata, Octavio Paz recogió el número que el diario inglés The Guardian consideró más probable: 250 muertos.
El periodista José Alvarado escribió: “Había belleza y luz en las almas de los muchachos muertos. Querían hacer de México morada de justicia y verdad, la libertad, el pan y el alfabeto para los oprimidos y olvidados. Un país libre de la miseria y el engaño.
Hoy, en 2007, a 39 años de la masacre, la ventanilla sigue cerrada. Todavía hoy, a 39 años, faltan nombres en la estela del Memorial levantado por el Comité de 1968 que encabeza Raúl Álvarez Garín. Quizá nunca sepamos el número exacto de muertos en Tlatelolco. Sin embargo, resonará en nuestros oídos durante muchos años la pequeña frase explicativa de un soldado al periodista José Antonio del Campo, de El Día:
No pretendemos hacer justicia por mano propia, pero señalar a los culpables es la única manera de que la historia no la escriban sólo los poderosos. Es la única forma de hacer más habitable un país, en el que mueren de hambre 5 mil niños al año.
Es de toda justicia que Tlatelolco, ese espacio en el que cayeron universitarios y politécnicos, pertenezca hoy a la UNAM. Es de toda justicia recordar al rector Javier Barros Sierra. Es de toda justicia señalar a los responsables. En esta explanada hubo una matanza; esclarecer los hechos es el mejor homenaje que podemos rendirles a los muertos y desaparecidos. ¡Qué gran vergüenza mirar la plaza día tras día sin saber cuántos ni quiénes eran! La tarea corresponde a todo México, a cada quien desde su lugar. Es nuestro legado a los universitarios para que la atrocidad no quede impune. Si no lo logramos seguirán los criminales corrompiendo a nuestro país.

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La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
¿Y a esa luz, breve y lívida, quién?
¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en el radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en
actas.
Más he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.
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* Tomado de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco, México, era, 1994 (Col. Popular, 471).
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Recomendable leer
1968 abrió un porvenir. De Elena Poniatowska.
1968: a 40 años del movimiento estudiantil en México. De Massimo Modonesi.
Fotos tomadas de: revistadelauniversidad.unam.mx
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