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La trampa de los independientes, por Ximena Peredo

¿Trampa en las candidaturas de independientes? Imagen: blog de Nexos


La trampa de los independientes*

Ximena Peredo
23 Ene. 2015

El cuento de Mijail Bulgákov "La Erupción Estrellada" me ayudará a plantear la idea de fondo de esta columna.

La historia, contada en forma de recuerdo, narra la dificultad de un médico por curar, a principios del siglo 20 en la Rusia rural, una enfermedad tan desconocida por los propios pacientes que no despertaba en ellos temor alguno.

"Sí, me había convencido de que aquí la sífilis era terrible precisamente porque a nadie le parecía terrible".

El cuento me sirve para plantear una discusión difícil, que se complicó aún más con todas las ilusiones que despierta la candidatura de Fernando Elizondo a la Gubernatura de Nuevo León.

Identifico tres posiciones conscientes en el escenario electoral local:

1.- Quienes creen que con lo que ya existe se puede continuar, discurso representado por la partidocracia y sus socios.

2.- Quienes creen que se puede continuar con algunas modificaciones, discurso representado por los candidatos independientes.

3.- Y, finalmente, quienes creen que las elecciones son una continuidad intolerable, discurso representado por quienes llaman (llamamos) al boicot.

Me interesa discutir especialmente con el segundo grupo en el cual identifico a quienes creen que las instituciones existentes pueden renovarse.

Desde esta perspectiva se cree que los candidatos hacen una gran diferencia en el sistema de competencia. Según entiendo este planteamiento, las candidaturas independientes son la única -¿última?- alternativa para que personas "preparadas y honestas" ocupen puestos de decisión o de deliberación política.

Además, este grupo cree que lo que hace falta son "expertos" en el poder. Por eso no sólo confían en el candidato, sino señalan la importancia de su eventual equipo de trabajo. Les importan los títulos académicos, la visión cosmopolita, el estudio científico de los problemas.

Creen que se pueden tomar decisiones objetivas, bien calculadas, si se eligen los mejores métodos de análisis. No advierten las toneladas de ideología detrás de estos planteamientos "técnicos".

Algo que me parece interesante de esta postura es que sus defensores se asumen como la punta de una línea evolutiva, como si la democracia fuera un sistema que nos está esperando en el futuro.

De hecho, sus candidatos no pueden evitar caer en los clichés del héroe, quien se presenta como la encarnación de la "democracia real que se avecina" en cualquiera de sus variantes ideológicas, de clase, y hasta de género.

Mi principal crítica a este discurso es que fortalece la desigualdad política entre los miembros de una misma comunidad, es decir, violenta los principios que supuestamente defiende.

La desigualdad política no es desigualdad económica, aunque están ligadas. Mientras el sistema de clases hace visibles distancias económicas, dramáticas para el caso de Nuevo León, las distancias políticas están tan naturalizadas, tan asumidas, que son difíciles de anunciar.

De hecho, el error más común que se comete en luchas por la igualdad es exigir los mismos derechos del privilegiado, como si sus condiciones fueran la medida de las aspiraciones posibles.

En contraparte, aceptar que no existe una referencia a la cual imitar coloca en igualdad de circunstancias a las partes.

Así, al registrar sus aspiraciones o registrar sus candidaturas en partidos, los candidatos "independientes" sólo se transforman en los nuevos privilegiados. Anuncian un "nuevo clima político" que inmediatamente cancelan porque para seducir electores es necesario distanciarse de ellos.

La trampa es precisamente ésa: si de verdad aspiran a ganar las próximas elecciones el sistema los obliga no sólo a igualarse de muchas formas con sus competidores más fuertes -dispendio, pan y circo-, lo cual ya es patético, sino a acrecentar una línea imaginaria perversa, colonial, entre "los sin voz" y sus representantes, entre los "ignorantes" y los expertos, entre quienes hacen política y sus públicos.

Uno de los, digamos, trucos de la democracia, es que ha hecho pasar por orden un tipo de desorden. Su estabilidad depende de zanjar distancias políticas entre iguales. Y eso es lo que ya no debe continuar.


ximenaperedo@gmail.com



* Publicado originalmente en las páginas de editoriales del periódico El Norte el 23 de Enero de 2015. (FUENTE)

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